
En el grupo se rompió el silencio con las palabras de Sandra: “Yo pensé que él, algún día, iba a desear formar una familia tanto como lo he deseado yo. Estaba segura que con el tiempo lo haría cambiar de opinión, que lograría convencerlo de ser papá. Hoy me doy cuenta que la persona con la que yo me comprometí, no es real, porque no corresponde a la ilusión que yo quise formarme de él”.
Sandra, una mujer de 38 años, conoció a Fernando en la compañía para la que trabajan. “Desde que lo vi sentí que era el hombre perfecto para mí”. Fernando, un hombre de 43 años, siempre le hizo ver a Sandra que no obstante lo mucho que la quería, él no deseaba tener hijos, pero ella estaba segura que esa forma de pensar caducaría con el paso del tiempo. Sin embargo, los años pasaban y Sandra tenía la sensación de que las cosas no evolucionaban entre ellos. Fernando seguía exigiendo mucha libertad y ella no entendía por qué no lograban comprometerse en una relación estable. Hoy, después de dos años, pudo ver que la evasión de su pareja no se trataba de una resistencia, sino de una realidad.
Sandra planteaba en el grupo una de las mayores encrucijadas para el ser humano: la renuncia a nuestras expectativas. Pero, ¿por qué será que las personas nos aferramos a idealizar un sinfín de situaciones sin poder ver la realidad tal cual es? Por un lado, la idealización es una defensa para evitar la insatisfacción, preferimos exaltar circunstancias antes que enfrentarnos a sus sombras. Pero por el otro lado, la idealización son los reflectores que dirigimos sobre algo o alguien que terminan por arrojarnos la luz de regreso. Por ejemplo, cuando decimos o pensamos cosas como: “yo he estudiado con el mejor abogado de México”, o “el doctor que me ha curado es el mejor en su ramo”, o “¡no existe hombre más maravilloso que mi pareja!”; es una manera de atribuirnos un lugar importante, porque por supuesto, preferimos pensar que “somos muy especiales y afortunados”. Sin embargo, idealizar también supone un gran riesgo: la decepción. Tarde o temprano aquello que hemos engrandecido, inevitablemente tomará su justa proporción.
Lo dicho en el grupo le ayudó a Sandra a hablar sobre sus sentimientos: “Hoy descubro que soy yo la que se ha negado a ver una realidad que él siempre me mostró y que yo intentaba disfrazar. Es como si de pronto una ola hubiera arrasado con mis sueños, unos sueños que construí sobre algo que nunca hubo, pero que utilicé para engañarme y ahora me siento profundamente decepcionada”.
Una de las experiencias de idealización más frecuentes en las personas es el enamoramiento, algo que muchos hemos sentido alguna vez. Por lo tanto, sabemos de ese estado vulnerable en el que nos es difícil ver lo que el otro no puede darnos, haciéndonos construir expectativas que no necesariamente coinciden con la realidad. Porque aceptar a nuestro objeto de deseo tal cual es, con todas sus circunstancias, tal vez nos frustraría y probablemente nos empujaría a buscar a alguien más, sabiendo que existe la posibilidad de nunca encontrarlo. Así que para evitar enfrentarnos a la desolación emocional, preferimos enaltecer a la persona ansiada.
Para Sandra, Fernando representaba una relación prometedora. Era tanto su deseo de estar con él, que no lograba ver al hombre real. Por lo tanto, prefirió construir para ella la versión que más se ajustaba a sus necesidades, llevándola a vincularse con una fantasía.
Renunciar a nuestras expectativas implica hacer un duelo con lo que nunca hubo en nuestra vida, pero que fantaseamos con tener; lo cual es muy diferente a hacer un duelo con lo que sí tuvimos y después perdimos. Es decir, renunciar a la expectativa es aceptar que en nuestra realidad siempre existirá algo que falte. Sin embargo, nos resistimos a aceptarlo, así que volcamos toda nuestra energía en la búsqueda incesante de la perfección. Pero, perdemos de vista que nuestra condición humana nos regala el privilegio de poder decidir, la mayoría de las veces, cuáles son las faltas que estamos dispuestos a tolerar y cuáles no. En el caso de una pareja no se trata de buscar un reemplazo cada vez que aparezcan sus defectos, se trata simplemente de reflexionar con qué fallas estoy preparado para lidiar: su falta de belleza física, su irresponsabilidad, su frialdad, su inadecuación social o cualquier otra. Esta reflexión puede llevarnos a asumir la ausencia y a evitar que suframos por algo que probablemente nunca tendremos.
En el caso de Sandra la pregunta que ella necesitaba contestarse a sí misma, era si acaso estaba dispuesta a asumir a un hombre que no deseaba ser papá. “Sé que si presiono a Fernando probablemente terminará por acceder, pero sería nuevamente arriesgarme a sembrar la expectativa de que él será un buen padre, cuando con su actitud me ha demostrado todo lo contrario y ser madre soltera no me atrae en lo más mínimo. Creo que es momento de que me empiece a vincular con el hombre real, tal vez en el fondo, ni siquiera me molesta tanto su cosmovisión de la vida, por algo lo elegí así. Me pregunto si he idealizado la imagen de que para ser feliz necesito tener hijos”.
Así fue, que la experiencia de Sandra le permitió al grupo comprender algo que es fundamental: la diferencia que existe entre generar expectativas y generar esperanza. La expectativa crea un apego al resultado, por lo tanto, cuando las cosas no ocurren como lo esperamos, nos frustramos. La esperanza está basada en un anhelo, pero nunca perdemos perspectiva, porque estamos conscientes de que aquello que deseamos puede no suceder, pero no por ello, perdemos la esperanza que nos mueve en una dirección precisa de realización, independientemente de los resultados.
“Quien siembra expectativas cosecha frustraciones” (Ruiz, 2011).
Generar expectativas produce dos cosas: primero, distorsionamos la realidad al idealizar situaciones para evitar frustrarnos con lo que la vida tiene que ofrecernos. Pero además, cuando las cosas no ocurren como las hemos esperado, tendemos a devaluar o a rechazar lo que la vida nos está ofreciendo, dejándonos insatisfechos y sin posibilidades de apreciar lo que sí existe en nuestro horizonte de posibilidades.
Esta reflexión permitió que los participantes encontraran la salida a este laberinto mental, habitado de esperanzas y expectativas:
“Sigo insistiendo en que mi madre cambie, que finalmente reconozca todo lo que he hecho por ella. Hoy me doy cuenta que estoy esperando a que eso suceda para entonces sentirme valorada, y lo más probable es que eso no pase. Hoy me doy cuenta de que necesito despedirme de la madre que he construido en mi cabeza para recibir a la madre que me tocó, de otra manera seguiré frustrándome a consecuencia de mis expectativas. Tengo que buscar la manera de construir una relación con ella a partir de lo que sí puede ofrecerme”.
“Hoy me doy cuenta que es muy arriesgado pensar que algún día mi pareja dejará a su esposa, mis expectativas me han hecho perder perspectiva. ¡Yo he querido creer ciegamente en sus promesas!, pero ahora que matizo las circunstancias, sinceramente no lo veo preparado para dejar a su familia. Sus hijos aún están chiquitos y aunque no he querido aceptarlo, le atormenta más la culpa, que su deseo de querer estar exclusivamente conmigo. Seguir con él, implica asumirlo bajo este principio, de otra manera seguiré sintiéndome insatisfecha con lo que sí puede darme… sinceramente, esta realidad ya no me es tan atractiva”.
“Me la he pasado años esperando a que mi jefe me reconozca como yo quiero. Por lo tanto, he dejado de disfrutar todo lo que me ha dado mi trabajo, incluso he pensado varias veces en renunciar. Ya es momento de que comience a mirar lo que sí tengo, lo mucho que me ha dado este despacho, de otra manera, seguiré sintiéndome frustrado porque las cosas no han sido como me hubieran gustado”.
El espejo de la técnica grupal
Los Grupos de Desarrollo de Conciencia, entre sus muchos beneficios, promueven que sus participantes puedan colocar los pies sobre la tierra. Es decir, sus integrantes, con ayuda del grupo logran contrastar sus expectativas al darles sentido de realidad. Pero además, crecen en esperanza al descubrir que aunque todos nos encontramos en diferentes puntos frente a la adversidad, también es cierto que todos vamos navegando en el mismo barco.
Todos podemos vernos reflejados en estos espejos…
Tal vez la experiencia de Sandra te permita ajustar tus expectativas a una visión más realista de tus circunstancias. ¿De cuántas cosas te estarás perdiendo en la vida, por seguir esperando algo que probablemente sólo habita en tus fantasías? No debemos olvidar, que la realidad, por dura que sea, siempre le dará estructura a nuestro escenario interno de conciencia.
Complementa la lectura con esta reflexión en audio o video.https://semiologia.net/wp-content/uploads/Blog-8-El-laberinto-de-las-expectativas-y-las-esperanzas.-MP3-Archivo-MP3-Sonido-Archivo-MP3-Sonido.mp3
Comparte tu opinión
¿Consideras que una persona que tiende a idealizar situaciones también suele, en otros momentos, devaluar con la misma fuerza?, ¿qué estrategias podrían ser útiles para evitar las expectativas?, ¿cómo la tendencia a la idealización y la autoexigencia podrían estar vinculadas?
Referencias Bibliográficas
Ruiz, A. (2017). Curso II, Huella de Abandono. Instituto de Semiología, S.C. https://semiologia.net/curso-ii-huella-de-abandono/
Ruiz, A. (2017). Curso VII, Proyecto de Vida. Instituto de Semiología, S.C. https://semiologia.net/curso-vii-proyecto-de-vida/
Ruiz, A. (2011). La Mirada Interior. Semiología Editores: México.
Kohut, H., & Seitz, P. F. D. (1978). Concepts and theories of pyshchooanalysis. In Concepts of personality, Wepman & R. Heine (Eds.), Chicago: Aldine Publishing.
Texto: Natalia Ruiz / Ilustración: Diego Zayas
Comentarii